El ensayo de fatiga tiene como objetivo medir la resistencia de los materiales. Suele realizarse en entornos controlados sometiendo a un determinado material a cargas cíclicas para ver cuál es su respuesta, cómo se comporta, si llega al punto de rotura y cuándo lo hace. El ensayo de fatiga permite tanto determinar la vida útil que podemos esperar de ese material como estudiar su resistencia y determinar el valor crítico de rotura en el cual ya no hay vuelta atrás…
En su nueva exposición la artista portuguesa Vera Mota traza una serie de paralelismos interesantes entre la fatiga de materiales y la del propio cuerpo que los manipula. Su estudio es también como una suerte de ensayo continuo en el cual los materiales para sus esculturas y ella misma están sometidos a constantes cambios, roces, reconfiguraciones y desplazamientos. Cuando se realiza en materiales, el ensayo de fatiga es normalmente un procedimiento estandarizado con diferentes pruebas bien definidas, pero ¿cómo medir la fatiga en el cuerpo? ¿Cómo imaginar las fricciones de los órganos internos? ¿Cómo se traducen en el propio organismo la resistencia y el valor crítico de rotura?
Los nuevos trabajos que componen esta exposición tratan de abordar dichas cuestiones a través de una serie de ficciones plásticas y especulaciones poéticas que apuntan a explorar los límites del cuerpo e imaginan distintas posibilidades y evoluciones del mismo. Para ello, la artista ha hecho uso de materiales y procesos industriales, como el plexiglás que configura una malla cristalina[1] o las láminas de latón que componen su serie homónima. Estas piezas de pared nos muestran un contraste entre las formas redondeadas y orgánicas y el propio material de reflejos dorados. El cuerpo se encuentra constantemente con lo industrial en estas nuevas obras, la originalidad con la idea de repetición en serie y con los patrones que encontramos constantemente en la naturaleza. Estos encuentros nos acercan a la idea de una estética posthumana, en palabras de Bourriaud,
“hace falta que a todas las especulaciones sobre la estética humana les sumemos las presas que construyen los castores, la polinización de las abejas o la abstracción de las mariposas… Si estas últimas componen orgánicamente unas formas en sus alas, mientras que el ser humano externaliza las formas y las proyecta delante de él, ¿no se trata de una simple diferencia de medios?”[2]
Del mismo modo, en el recorrido por la exposición encontramos acumulaciones orgánicas que recuerdan a tejidos hechos jirones o a vísceras sometidas a fricciones. En esta serie de propuestas de órganos híbridos y ficcionales, las formas nos recuerdan a un hígado, pulmón, una pelvis, pero también al contorno de una hoja o a una acumulación de funghi. Si Deleuze y Guattari especularon hace tiempo con la idea de un cuerpo sin órganos, Vera Mota experimenta con una profusión de los mismos para asir la idea de un cuerpo en transformación, pero ¿hacia dónde?
Regresando al estudio de materiales, que es punto de partida de esta exposición, según la mecánica de sólidos deformables podemos hablar de dos tipos de transformaciones; una elástica, en la que el material vuelve a su forma original al retirar la carga aplicada, y una plástica que es permanente e irreversible. ¿No es la historia del propio cuerpo la de una serie de transformaciones plásticas, sin vuelta atrás? Finalmente, el cuerpo, también puede ser entendido como un material más en el proceso de creación artística. En este sentido, la práctica de performance que la artista ha desarrollado en su carrera abre las puertas a esa interpretación: el cuerpo como material que se usa, se vive, como realidad que es sometida a distintas cargas y esfuerzos, que se transforma, que se fatiga y, por qué no, se reinventa, cambiando siempre de forma.
Esmeralda Gómez Galera.
[1] El título de esta obra hace referencia a estructura característica de los materiales sólidos.
[2] Bourriaud, Nicolas. Inclusiones. Estéticas del capitaloceno. Págs. 19-20.