VALERIE KRAUSE
TEMPORARY TEXTURE
Atemporalidad es un término que estaría tentada a utilizar para describir el trabajo de Valerie Krause. Tal vez por su elección de materiales como el acero, el yute y el yeso, y por la serena gama de grises, negros y blancos, sus piezas son difíciles de relacionar con una época concreta.
Pero el título de la exposición individual de Krause sugiere que debería evitar relacionar la práctica de la artista con este término. La forma en que los materiales han estructurado la exposición lleva a pensar en lo que está por suceder, a sumergirse en la incertidumbre del futuro. Las obras tituladas O.T. expresan un estado de «estar al borde» de algo, de ese ligero vértigo que sentimos cuando hay un movimiento inacabado hacia un espacio desconocido.
La pieza de yute se encuentra en una posición diletante, manteniendo la tensión entre la gravedad que tira hacia abajo y el tacto con el acero que tira hacia arriba. Al mismo tiempo, las arrugas y las huellas dejadas por la manipulación de la fibra por parte del artista, hacen que las obras estén presentes en el espacio mientras miran simultáneamente hacia el pasado.
Pensándolo bien, el tiempo es de hecho una cualidad que define las esculturas de Krause. El pasado es visible en el vestigio de las texturas que estuvieron en contacto, el futuro se insinúa en la estructura de las obras, y el presente se aprieta entre ambos, en el momento impermanente de esta exposición, Textura temporal.
La palabra sólida también me vino a la mente cuando descubrí las obras de Valerie. Y, de nuevo, me doy cuenta de que sólo podría transmitir una descripción parcial de su práctica. ¿De qué serviría utilizar una palabra con connotaciones tan rígidas?
La solidez se referiría a la capacidad de la artista para infundir una corporeidad equilibrada a las obras a través de los materiales y la estructura. El genuino aprecio de Krause por los materiales cotidianos se percibe en todo el espacio expositivo. Esta armonía sólo se consigue dando la misma importancia a lo que vemos y a lo que no vemos. La eterna pregunta de la escultura sobre la ausencia.
La escultura está vinculada a la erosión, a la acción de arrancar material de una superficie. Los escultores parecen tener una memoria visual de lo extraído, de los movimientos seguidos, de sus marcas invisibles. Como el dibujo que queda en la retina cuando se mira directamente al sol y se cierran los ojos. Todo es cuestión de combinar esos trazos fantasmas con el material sólido tangible.
Y aún así, a pesar del equilibrio racional de sus instalaciones, la forma en que Krause trabaja en el estudio tiene mucho que ver con la intuición. Se trata de crear una atmósfera que permita que los movimientos fluyan y que el dinamismo adecuado se transfiera a las piezas, para que éstas sean capaces de actuar como preguntas abiertas más que como declaraciones inamovibles.
Esto se consigue centrándose en cómo transferir lo intangible a un ámbito tangible. En obras como Mauerstein o Projection ha querido abordar esta cuestión trabajando con un proceso digital, pero manteniendo la dimensión física del medio. Para Projection ha empleado múltiples proyecciones de luz borrosa y fotografías colgadas en la pared de su estudio. El resultado es en cierto modo abstracto, la imagen resultante de diferentes capas de pensamiento, de varias decisiones. Una vez más, el medio ha racionalizado el pensamiento.
En la Sala 2, el espacio probablemente más versátil de la L21 Gallery, la exposición ofrece innumerables lecturas. La estructura de la muestra también juega con las posibilidades de encuentro y diálogo, colocando las piezas en puntos estratégicos para que sean visibles desde otras salas de exposición. En definitiva, gracias a esa estructura y a la reticencia de las obras a encajar en la categoría atemporal y sólida, el proyecto consigue trascender su estado actual para encapsular la posibilidad del cambio.
Aina Pomar Cloquell