La práctica de Stevie Dix comienza con la articulación de su relación subjetiva e íntima con una situación determinada, transformada en imágenes que resuenan con la propia narrativa del observador. “Sad Girl Surrealism” se compone de una serie de lienzos realizados en el último año, durante una época en la que la artista se trasladó a su lugar de origen para ocuparse de asuntos familiares en plena pandemia.
El título de la exposición es un guiño al surrealismo, movimiento artístico nacido tras la Primera Guerra Mundial y del que Bélgica, país de origen de Dix, es uno de los principales representantes. Junto al célebre René Magritt, hay algunas surrealistas belgas menos conocidas, como Rachel Baes o Jane Graverol, que comparten la búsqueda de representar escenas en las que la realidad cotidiana se transmuta en algo maravilloso o inquietante. Influencias artísticas que han informado las gruesas y pesadas pinceladas de las obras en la exposición.
“Number 43”, “The door to Oostlaan Number 58” o “Number 118” componen un catálogo expresivo de pomos hechos en cerámica vidriada que pertenecen a casas modernistas construidas entre los años 50 y 60. Son un símbolo de atracción estética, ya que se fabricaron en los talleres de familias de artistas con la financiación proporcionada por el Gobierno en la Bélgica de la posguerra para apoyar iniciativas que embellecieran la ciudad. Con formas orgánicas y colores muy vivos, actúan como mecanismos que permiten abrir puertas físicas, así como portales a estados introspectivos.
La paleta oscura y terrosa que envuelve los objetos domésticos en las pinturas, podría ser un eco de un hermoso pasaje de Sylvia Plath en “La campana de cristal”: “Pensé que lo más hermoso del mundo debía ser la sombra, el millón de formas móviles y los callejones sin salida de la sombra. Había sombra en los cajones de la cómoda y los armarios y las maletas, y sombra bajo las casas y los árboles y las piedras, y sombra en el fondo de los ojos y las sonrisas de la gente, y sombra, kilómetros y kilómetros y kilómetros de ella, en el lado nocturno de la tierra”.
Al igual que las sombras, las manillas de las puertas también son elementos que construyen identidades culturales, fluidos materiales que habitan el cuerpo y lo rodean, como los pliegues de un abrigo. La densidad del cuerpo somático es enorme y no puede reducirse en modo alguno a lo que tradicionalmente llamamos cuerpo, como señala acertadamente Paul B. Preciado. Quien, en lugar de hablar de carne, habla del aparato somático como un archivo político vivo que se compone de una multitud de imágenes, lenguajes, representaciones y objetos. Realidad e inconsciente se encuentran dentro de este archivo somático que se materializa en capas de pintura al óleo.