Brick Games
Richard Woods, Dasha Shishkin, Gao Hang, Richie Culver, Eva Fàbregas, Álvaro Gil, Gabriele de Santis, Felix Treadwell, Ryan Browning, Jordi Ribes, Pixy Liao, Rachel Hobkirk, Matthew Feyld, Charline Tyberghein, Sepand Danesh, Grip Face
18 Marzo - 25 Mayo, 2022

“Brick Games”, 2022. Vista de la instalación en L21 Gallery. De derecha a izquierda: Álvaro Gil, Pixy Liao.

 

“Brick Games”, 2022. Vista de la instalación en L21 Gallery. De derecha a izquierda: Matthew Feyld, Pixy Liao, Álvaro Gil.

 

“Brick Games”, 2022. Vista de la instalación en L21 Gallery. De derecha a izquierda: Jordi Ribes, Gabriele de Santis, Álvaro Gil, Charline Tyberghein. 

 

“Brick Games”, 2022. Installation view at L21 Gallery. 

 

“Brick Games”, 2022. Vista de la instalación en L21 Gallery. De derecha a izquierda: Álvaro Gil, Rachel Hobkirk, Richie Culver, Jordi Ribes, Gao Hang. 

 

“Brick Games”, 2022. Vista de la instalación en L21 Gallery. De derecha a izquierda: Álvaro Gil, Charline Tyberghein, Matthew Feyld, Ryan Browning.

 

“Brick Games”, 2022. Vista de la instalación en L21 Gallery. 

 

“Brick Games”, 2022. Vista de la instalación en L21 Gallery. De derecha a izquierda: Jordi Ribes, Dasha Shishkin, Richard Woods, Richie Culver.

 

“Brick Games”, 2022. Vista de la instalación en L21 Gallery. De derecha a izquierda: Álvaro Gil, Rachel Hobkirk, Jordi Ribes. 

 

“Brick Games”, 2022. Vista de la instalación en L21 Gallery. De derecha a izquierda: Álvaro Gil, Richard Woods, Grip Face.

 

“Brick Games”, 2022. Vista de la instalación en L21 Gallery. De derecha a izquierda: Richard Woods, Jordi Ribes, Sepand Danesh. 

 

“Brick Games”, 2022. Vista de la instalación en L21 Gallery. De derecha a izquierda: Sepand Danesh, Felix Treadwell, Matthew Feyld, Álvaro Gil, Richard Woods. 

 

“Brick Games”, 2022. Vista de la instalación en L21 Gallery. De derecha a izquierda: Sepand Danesh, Matthew Feyld, Felix Treadwell.

 

“Brick Games”, 2022. Vista de la instalación en L21 Gallery.

 

ÁLVARO GIL
Valentina, 2021
Madera y acrílico

70 x 60 x 80 cm

FELIX TREADWELL
FEELO
Escultura de resina

18 x 27 x 27 cm

ÁLVARO GIL
Plit, 2021
Madera y acrílico

20 x 27 x 22 cm

ÁLVARO GIL
Teselado Equilátero, 2020
Madera, tubos de pvc, pintura acrílica, cola, masilla de madera tono roble

68 x 58 x 36 cm

GRIP FACE
Traslapo victimista #02, 2022
Acrílico sobre packaging

17 x 15 cm

GAO HANG

Boy gaze, 2021

Acrílico sobre lienzo

182.88 x 60.96 cm

Huesped 15, 2021
Resina Smooth cast y pintura acrílica

50 x 32 x 47.5 cm

EVA FÀBREGAS
The Role of Unintended Consequences, 2016

Animación digital, 10min.

Ed 2/3

CHARLINE TYBERGHEIN
so, the devil has been hounding you?, part I, 2021
Óleo sobre lienzo

80 x 60 cm

MATTHEW FEYLD
Untitled, 2020-2021

Acrílico y pigmentos sobre lienzo en panel

30.48 x 30.48 cm

SEPAND DANESH
La ballade , 2020
Acrílico sobre madera ensamblada

40.5 x 18.9 x 8.1 cm

SEPAND DANESH
Dream , 2020
Acrílico sobre madera ensamblada

10.8 x 35.1 x 8.1 cm

MATTHEW FEYLD
Untitled, 2020-2021
Acrílico y pigmentos sobre lienzo en panel

40.64 x 40.64 cm

SEPAND DANESH
Pinguin, 2021
Acrílico sobre lienzo

92 x 79 x 76 cm

ÁLVARO GIL
Tops Pastel 5, 2020
Madera y acrílico

33 x 32 x 22 cm

RICHARD WOODS
I Beams #2, 2022
Acrílico sobre madera

190 x 15 x 15 cm

RICHARD WOODS
I Beams #1, 2022
Acrílico sobre madera

195 x 15 x 15 cm

RYAN BROWNING
Mirror, 2021
Óleo sobre lino

25.5 x 20 cm

Los juegos siempre son plurales. Un juego tiene que ser muy decepcionante para no querer empezar una nueva partida y luego otra. La consola de videojuegos Brick Game que en los 90 inundó el mercado prometía contener 9999 juegos. Probablemente eran muchos menos, pero poco importa, sin duda el Tetris fue el que me enganchó, el que más me gustaba. Muchos años después, sigo jugando durante largos ratos en los viajes en avión donde aún ofrecen esta opción ociosa. Me encanta la paradoja de su funciona- miento. Avanzar sin avanzar. Para subir de nivel, el muro de ladrillos tiene que permanecer lo más bajo posible, según vayan cayendo progresivamente otros ladrillos. Si quedan huecos en el muro y su altura crece demasiado, hasta pasar el límite superior de la pantalla, el juego termina. Por lo contrario, se trata de formar una o más líneas, de un lado a otro, compactas y sin fisuras, para que desaparezcan los ladrillos, dejando así más espacio para los otros que, mientras tanto, siguen cayendo, cada vez a más velocidad. A nivel formal y cromático, se trata de realizar uniones de fragmentos independientes. Uniones discontinuas a la espera del fragmento decisivo que apareciendo resuelva y complete las líneas compactas y sin fisuras.

 

Iba a escribir que este juego me relaja, en realidad quizás solo deje de pensar un rato, centrándome en una actividad repetitiva, simple y anodina. Como fumar, disfrutar de una obra de Martin Creed, tirar una pelota contra una pared que siempre te la devuelve ahí donde más o menos te lo esperas, o bien columpiarse silbando rodeado de árboles. ¿Suben mis niveles de serotonina jugando a Tetris? ¿Y viendo el vídeo de Martin Creed Thinking / Not Thinking (Work #1090)? Lo desconozco. Expertos han redactado sendas listas con varios consejos para aumentar, de manera no farmacológica, la producción de la serotonina por parte del cerebro. A la serotonina también se la conoce como ‘neurotransmisor de la felicidad’. Las listas que he consultado no incluyen el vídeo de Martin Creed ni el Tetris entre sus consejos. Aún así, indudablemente, en el Tetris, en la desaparición repentina de bloques de uniones discontinuas de fragmentos independientes, hay algo reconfortante.

 

A la vez, es terrible cuando esto no ocurre y se forman agujeros inservibles, cuando los fragmentos ya no encajan y quedan horriblemente desplazados. Como pensar saber y no saber en absoluto, creer conocer una pintura, pero no recordar sus detalles. Como Bergotte y aquel petit pan de mur jaune en la vista de Delft de Vermeer que tanto le atormentaba y que probablemente le iba a costar la vida… Un detalle diminuto, un muro de ladrillos golpeado por la luz solar, al fondo de un paisaje urbano holandés.

 

La iconografía de ladrillos rojos, unidos por líneas ortogonales blancas, remiten en mi cabeza, a una célebre foto de Kate Simon de 1976, donde Joe Strummer, Mick Jones y Paul Simonon posan desafiantes en un callejón londinense. Esta foto acabará en la portada del primer álbum de The Clash que saldrá el 8 de abril del año siguiente.

 

Si estamos insistiendo en ladrillos y en actividades lúdicas es porque esta exposición toma como punto de partida las estructuras modulares y la iconografía de Richard Woods. Las usa como soporte para las obras de los otros artistas invitados, proponiendo un ambiente similar a un videojuego, donde estructuras de ladrillos bajan del techo o surgen del suelo, sin motivo aparente. Estas obras se presentan sobre muros y paredes estructurales o bien, escenografías efímeras, blancas o pintadas de rojo, como los clásicos ladrillos británicos.

 

Las obras de los dieciséis artistas reunidos proponen lenguajes distintos que se aproximan a lo urbano, al (video)juego y al diseño. De manera discontinua, cada uno es un fragmento independiente. “¿Qué defensa puede ofrecer una muralla discontinua?” se preguntaba el narrador en La edificación de la muralla china. Como aquel cuento, este proyecto propone un sistema de construcción parcial, uniones inacabadas, ofreciendo así varios recorridos posibles, idas y venidas, en búsqueda de incrementar los niveles de serotonina de quienes visiten esta exposición colectiva.

 

Francesco Giaveri, comisario de la exposición

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